¡El grupo alemán Tokio Hotel daba un concierto privado el miércoles por la tarde en Showcase bajo el puente Alexandre III y, como de costumbre, los fans no pudieron contener su entusiasmo! Bill, Tom, Georg y Gustav al final interpretaron sólo tres títulos en consecuencia de su show en 3D. Una miniaparición prevista desde hace timpo, organizada para la apertura de la tienda Saturn Domus, pero que dejó a muchos con hambre.
Tokio Hotel queda como un fenómeno incomprobable y el concierto privado organizado en Showcase debió acabar de convencer a los últimos escépticos. El concierto en 3D, con el grupo representado en hologramas, estuvo previsto a las 21 horas luego la llegada de los chicos en carne y hueso a las 21h30, pero desde la mañana y hasta desde ayer para algunos, los fans esperaban en el puente. Los alemanes ya habían causado bastante emoción en septiembre luego en octubre en el momento de sus llegadas para promover su opus Humanoid: ¡esta vez, casi pusieron en marcha un histerismo colectivo!
En el seno de este lugar magnífico, todo de piedra, el concierto en 3D fue lanzado, y allí: gritos, lágrimas, atropello. ¡ Sí, para el 3D! Un avanzado tecnológico por otra parte de toda belleza con un Bill Kaulitz todo de blanco vestido, más verdadero que de naturaleza. Sobre esta secuencia registrada hace ya algunas semanas, todavía tenía el pelo largo y rastas. El primer título, Dark side of the Sun empieza y luego… Y luego todo se para. La sala es muy bella, por cierto, pero demasiado estrecha para contener a centenas de fans desencadenados, totalmente levantados delante de una escena no bastante sobrealzada. Del golpe es el tropel, incluso la agarrada franca y las jóvenes chicas de la primera fila literalmente son molidas contra las barreras.
Al sentir el accidente llegar, la organización, que había previsto sin embargo seguridad y marco, devuelve la luz y pasa cinco buenos minutos convenciendo a toda esta gente retroceder un poco. Es ahí cuando se comprende que cuando el grupo va a llegar, todo corre peligro de degenerar… Vuelta de la música y de nuestros alemanes virtuales para The World behind my World, Zoom y el single, en la lengua de Goethe esta vez, Automatisch. Los fans las conocen por coro y cantan con todas las fuerzas de sus pulmones. Llega el problema de la tarde a Showcase: valía más encontrarse en la primera mitad de la sala que esperar ver algo. Desde la segunda mitad, habrías visto sólo un brazo o una cabeza de cuando en cuando…
Una insatisfacción que no hizo demasiados vacíos durante el show en 3D sino que provocó el tropel para la llegada del grupo. Porque sí, después de una pausa para reparar la escena y algunos llamamientos a la calma, Tokio Hotel llegó. Llevado por un Bill en lo sucesivo peinado al iroqués, el grupo optó por un flashback en lugar de tocar títulos de su nuevo álbum: Übers ende der Welt y Schwartz abrieron los debates. Los chicos están en forma, el sonido en acústico es suntuoso: Tokio Hotel sobre el escenario queda con un valor seguro. Insostenibles, los fans, en su mayoría chicas, saltan en todos los sentidos y gritan las palabras conocidas de memoria después de mucho tiempo. Entonces es cuando Bill anuncia, ya, el último título y esto se pone frío… Acostumbradas a los recordatorios, las chicas no creen demasiado en eso y todo el mundo entona alegremente Automatisch. Ambiente de locura para esta vez una verdadera comunión con el grupo.
Son las 22h30 y después de una buena hora de histerismo absoluto, tenemos por fin la impresión de asistir a un concierto. No! ya es el fin… Han venido para tocar "tres o cuatro títulos", Tokio Hotel finalmente tocó sólo tres. El retraso sobre el programa y el ataque de nervios general están allí ciertamente para algo. Pero Bill y su banda son unos generosos de corazón y sobre todo, leímos bien sobre sus caras, cuando los veíamos, como esto les hacía mucho calor comprobar que en Francia la pasión está siempre ahí. Una relación fusionable pues que habría tenido por resultado hacer ganar a algunos un encuentro expreso con el grupo para una dedicatoria. Con objeto de comprobar que, sí, el batería Gustav había renunciado bien a su tinte moreno para comenzar de vuelta a su rubio natural.
Las que vuelven a resaltan de eso confían por otra parte que esto les salvó la tarde. Para los otros, vacilan entre la alegría de haber formado parte de ser los privilegiados que han podido ver al grupo y la decepción de haber oído sólo tres títulos mientras que esperaban por lo menos una hora de show y el desarrollo total de la tarde. Las más amargas hasta dijeron sentir haberse desplazado, incluso de muy lejos. Tenemos ganas de responderles que, sobre aquel golpe, el grupo no estaba allí para gran cosa. Queriendo hacer bien, los oraganizadores dejaron recoger sin duda demasiada gente, hasta gente que no había ganado sus sitios y habían venido, y no midieron hasta qué punto TH en el escenario generaba reacciones al límite de lo razonable… Los fans, de sus lados, no prestaron servicio porque posiblemente tenían dolor de convencer al grupo al igual que a un oraganizador de reintentar, en Francia, la experiencia de un concierto privado.
Tokio Hotel estará de vuelta en Francia en marzo en el momento de su gran gira europea, pero en más pequeñas salas, como el Zenit y el Bercy. No pueden hacer menos. Una cosa que es ya cierta: el fenómeno TH está lejos de ser historia antigua.
Tokio Hotel queda como un fenómeno incomprobable y el concierto privado organizado en Showcase debió acabar de convencer a los últimos escépticos. El concierto en 3D, con el grupo representado en hologramas, estuvo previsto a las 21 horas luego la llegada de los chicos en carne y hueso a las 21h30, pero desde la mañana y hasta desde ayer para algunos, los fans esperaban en el puente. Los alemanes ya habían causado bastante emoción en septiembre luego en octubre en el momento de sus llegadas para promover su opus Humanoid: ¡esta vez, casi pusieron en marcha un histerismo colectivo!
En el seno de este lugar magnífico, todo de piedra, el concierto en 3D fue lanzado, y allí: gritos, lágrimas, atropello. ¡ Sí, para el 3D! Un avanzado tecnológico por otra parte de toda belleza con un Bill Kaulitz todo de blanco vestido, más verdadero que de naturaleza. Sobre esta secuencia registrada hace ya algunas semanas, todavía tenía el pelo largo y rastas. El primer título, Dark side of the Sun empieza y luego… Y luego todo se para. La sala es muy bella, por cierto, pero demasiado estrecha para contener a centenas de fans desencadenados, totalmente levantados delante de una escena no bastante sobrealzada. Del golpe es el tropel, incluso la agarrada franca y las jóvenes chicas de la primera fila literalmente son molidas contra las barreras.
Al sentir el accidente llegar, la organización, que había previsto sin embargo seguridad y marco, devuelve la luz y pasa cinco buenos minutos convenciendo a toda esta gente retroceder un poco. Es ahí cuando se comprende que cuando el grupo va a llegar, todo corre peligro de degenerar… Vuelta de la música y de nuestros alemanes virtuales para The World behind my World, Zoom y el single, en la lengua de Goethe esta vez, Automatisch. Los fans las conocen por coro y cantan con todas las fuerzas de sus pulmones. Llega el problema de la tarde a Showcase: valía más encontrarse en la primera mitad de la sala que esperar ver algo. Desde la segunda mitad, habrías visto sólo un brazo o una cabeza de cuando en cuando…
Una insatisfacción que no hizo demasiados vacíos durante el show en 3D sino que provocó el tropel para la llegada del grupo. Porque sí, después de una pausa para reparar la escena y algunos llamamientos a la calma, Tokio Hotel llegó. Llevado por un Bill en lo sucesivo peinado al iroqués, el grupo optó por un flashback en lugar de tocar títulos de su nuevo álbum: Übers ende der Welt y Schwartz abrieron los debates. Los chicos están en forma, el sonido en acústico es suntuoso: Tokio Hotel sobre el escenario queda con un valor seguro. Insostenibles, los fans, en su mayoría chicas, saltan en todos los sentidos y gritan las palabras conocidas de memoria después de mucho tiempo. Entonces es cuando Bill anuncia, ya, el último título y esto se pone frío… Acostumbradas a los recordatorios, las chicas no creen demasiado en eso y todo el mundo entona alegremente Automatisch. Ambiente de locura para esta vez una verdadera comunión con el grupo.
Son las 22h30 y después de una buena hora de histerismo absoluto, tenemos por fin la impresión de asistir a un concierto. No! ya es el fin… Han venido para tocar "tres o cuatro títulos", Tokio Hotel finalmente tocó sólo tres. El retraso sobre el programa y el ataque de nervios general están allí ciertamente para algo. Pero Bill y su banda son unos generosos de corazón y sobre todo, leímos bien sobre sus caras, cuando los veíamos, como esto les hacía mucho calor comprobar que en Francia la pasión está siempre ahí. Una relación fusionable pues que habría tenido por resultado hacer ganar a algunos un encuentro expreso con el grupo para una dedicatoria. Con objeto de comprobar que, sí, el batería Gustav había renunciado bien a su tinte moreno para comenzar de vuelta a su rubio natural.
Las que vuelven a resaltan de eso confían por otra parte que esto les salvó la tarde. Para los otros, vacilan entre la alegría de haber formado parte de ser los privilegiados que han podido ver al grupo y la decepción de haber oído sólo tres títulos mientras que esperaban por lo menos una hora de show y el desarrollo total de la tarde. Las más amargas hasta dijeron sentir haberse desplazado, incluso de muy lejos. Tenemos ganas de responderles que, sobre aquel golpe, el grupo no estaba allí para gran cosa. Queriendo hacer bien, los oraganizadores dejaron recoger sin duda demasiada gente, hasta gente que no había ganado sus sitios y habían venido, y no midieron hasta qué punto TH en el escenario generaba reacciones al límite de lo razonable… Los fans, de sus lados, no prestaron servicio porque posiblemente tenían dolor de convencer al grupo al igual que a un oraganizador de reintentar, en Francia, la experiencia de un concierto privado.
Tokio Hotel estará de vuelta en Francia en marzo en el momento de su gran gira europea, pero en más pequeñas salas, como el Zenit y el Bercy. No pueden hacer menos. Una cosa que es ya cierta: el fenómeno TH está lejos de ser historia antigua.
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